Experiencia de reinvención profesional.
Hace ahora cuatro años cambió mi mundo. No soy muy de detalles y tampoco creo que sean necesarios, basta con saber que un giro de mi carrera profesional puso patas arriba mi vida; atrás quedaba una experiencia transformadora y por delante una nueva etapa gratificante al máximo, pero eso todavía no lo sabía cuatro años atrás.
Aquel día no era como los demás: yo había tomado una decisión y me disponía a llevarla a término costase lo que costase ¡y vaya si costó! Las personas tendemos a pensar que por el hecho de elegir perdemos el derecho a penar, yo también he sentido esto con otros. Aprendí entonces que no era así: asumir la responsabilidad de una decisión difícil no implica dejar de sufrir por sus consecuencias. La valentía no está reñida con la añoranza.
La noche de aquel día, y muchas noches de muchos días posteriores, todo lo que cabía en mí era tristeza. Es un autoengaño pensar que la faceta laboral puede aislarse del resto de nuestra vida, encerrarse en una caja que pudiéramos abrir y cerrar a nuestro antojo, y qué mientras estuviera cerrada el resto de nuestras perspectivas vitales permanecerían sin contaminarse. No es cierto para casi nadie, por mucho que algunos se empeñen en pensar que ¿sólo? tienen un trabajo de 8 horas de lunes a viernes con el que “simplemente” se ganan la vida. Pero desde luego no es cierto para mí, que siempre he mantenido una relación estrecha y fundamental con mi faceta profesional.
Cuando elegimos unos estudios, una profesión, después mientras permanecemos en la Universidad y en los primeros tiempos de nuestra vida laboral activa, imaginamos ser dueños de un espacio que nos corresponde, un lugar en el mundo, y su búsqueda una misión que renovamos a cada momento con la seguridad de encontrarlo. Todavía recuerdo esa sensación anticipada de plenitud la primera vez que vi “Un Lugar en el Mundo” (si no habéis visto esta película la recomiendo, es una joya). Y algún tiempo después realmente llegué a pensar que lo había encontrado.
Hace ahora cuatro años no sé qué me dolía más: si la pena por todo lo que dejaba atrás (amigos, profesión, entorno de trabajo…) o la angustia de confirmar que todavía tenía que seguir buscando esa tierra prometida, mi lugar en el mundo. Hoy, después de todo un recorrido de certezas e inseguridades, de pasos en falso y de aciertos, creo que puedo decir con bastante seguridad que no existen ese tipo de lugares. O mejor: que cada etapa de la vida tiene su propio lugar, y que la gracia consiste en reconocerlos.
He descubierto el valor de reinventarse uno a sí mismo, y de verdad que es de las mejores enseñanzas. No importa lo que fuiste y lo que hiciste en otro tiempo, importa lo que quieres hacer y ser a partir de ahora; cuando tienes la conciencia de ese punto y aparte, lo que se abre frente a ti es tan apetitoso que te gustaría comértelo a bocados. Pero también hace falta echarle ganas: humildad para saberte de nuevo un principiante, fuerza de voluntad para vencer la pereza que todo comienzo lleva consigo, ilusión y energía para aprender sin parar…
¿Quiere eso decir que llegas con la mochila vacía? Ni mucho menos. La experiencia acumulada siempre es útil, al final todas las cosas se parecen mucho más de lo que podríamos imaginar. También el conocimiento que acumulas es la base para seguir construyendo todo lo que queda por aprender, que es mucho (aunque esto siempre). Y, por supuesto, lo más valioso de tu bagaje es toda esa gente maravillosa que has conocido y de la que tanto has aprendido. Recién estás reinventado, parece que nada de lo de antes valga para algo, pero a medida que van pasando los días y se van sucediendo las nuevas situaciones, te vas dando cuenta de lo importante que es tu mochila y de que realmente reinventarse no es empezar de cero: es un salto, grande pero con red.
Desde COCREANET, la consultora que hemos fundado para, entre otras cosas, ayudar a profesionales y empresas a reinventarse, revivimos a todas horas, a través de nuestros clientes, esa metamorfosis. Las primeras etapas son de angustia, de miedo e incertidumbre, después aparece la esperanza, se tiñe de inseguridad, más adelante la ilusión, más inseguridad, y, por fin, la confianza y la alegría.
Nada está escrito, ahora lo sé. Me gusta mi vida profesional – laboral más que nada, nunca antes había disfrutado tanto y me había sentido tan confortable. Pero no, no voy a caer en la trampa de pensar que ya he llegado al lugar, entre otras cosas porque ya no quiero llegar, ahora sé que lo que realmente vale la pena es el camino, y me queda tanto por delante…
La crisis de estos años se ha llevado por delante muchos lugares conquistados para demasiada gente. Conocemos muchos profesionales, gente buena en sus oficios (y buena gente), que de un día para otro eran expulsados de sus territorios laborales. Todavía hay quienes se lamentan y buscan a la desesperada una vuelta imposible al pasado. Pero también muchos valientes que han optado por el camino de la reinvención ¡y luego hablamos de emprendedores! ¿Habrá mayor aventura emprendedora que la de emprenderse uno a sí mismo las veces que haga falta?
Amigos auto emprendedores, aquí tenéis una mano (varios manos, en realidad) para acompañaros en ese camino que no conduce a un lugar determinado pero que transita por infinitos territorios donde seguro os encontraréis “como en casa”. Mucha suerte.
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Desde siempre aspiré a hacer de este un mundo mejor, más justo, más igualitario. Desde COCREANET, la empresa de la que soy socia y fundadora, aterrizo mi propósito en proyectos de innovación, empresarial, social y, ahora también, rural. Un compromiso con las personas y con la sociedad.
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