La experiencia de la innovación desde el ejercicio de las dinámicas colectivas, tanto de tipo social como empresarial. Innovar como consecuencia de compartir.
Con bastante frecuencia en los últimos tiempos, tenemos el privilegio de participar como dinamizadores, facilitadores, en dinámicas de tipo social, en las que diferentes tipos de personas se unen en un mismo espacio y tiempo para cocrear juntas soluciones a problemas que les afectan a todos.
El proceso, más allá de los resultados, es tremendamente rico por la cantidad de aprendizajes que deriva: para los participantes y, por supuesto, también para nosotros. La cosa viene a ser más o menos así: hay un primer momento de desconfianza e incomodidad – no estamos demasiado acostumbrados a compartir nuestras vidas con los otros, aunque esos otros sean nuestros vecinos -; al que le sigue una fase más relajada que es también de descubrimiento – “vaya, si no soy el único que pienso así” o “¡anda!, si pensé que este problema era sólo mío”; sin solución de continuidad, empiezan a surgir los acercamientos, la empatía, la cooperación, que deviene inmediatamente en la búsqueda de soluciones comunes y, como consecuencia definitiva, la innovación.
Este mecanismo se repite igual dentro de las organizaciones, en las empresas, si bien suele estar mucho más restringido en los temas a tratar a aquellos que afectan directamente al funcionamiento corporativo: la comunicación, el marketing, la comercialización, la estrategia, etc.
La revelación es la magia que produce el juntar a personas distintas y a ponerlas a trabajar juntas en torno a un reto colectivo. Tanto es así, que me resulta difícil imaginar cómo se puede llegar a producir la innovación desde el ejercicio de la individualidad. Llevando el argumento hasta sus últimas consecuencias: la comunidad, lo comunitario, como herramienta más importante para la innovación.
Entrando en cada una de esas etapas, nada rigurosas, del ejercicio colectivo, que hemos descubierto podemos ir desentrañando la esencia misma del proceso innovador. En primer lugar, la desconfianza. Demasiados años de cultura social individualista nos han llevado a percibir al otro como alguien distante y sospechoso. Mucho más cuanto más distinto sea a nosotros mismos. Competir es el verbo que se conjuga mucho antes que cooperar. En grandes corporaciones, por ejemplo, hubo un tiempo no muy lejano en el que se fomentaba ese espíritu competidor entre departamentos, pensando que ese afán por vencer contribuiría a producir más. No es distinto a algunos mensajes que seguimos escuchando y que pretenden que unos grupos sociales han de competir con otros por unos recursos supuestamente limitados. Al final, en una concepción muy darwinista, todos estos mensajes se alinean con nuestro instinto de supervivencia como especie. La ley de la selva. La innovación, en primera instancia, nos saca de nuestra zona de confort, es incomodidad.
Por eso, representa una sorpresa, y entramos ya en la segunda etapa, descubrir que aunque esa persona viva en otro barrio, en otro pueblo, o trabaje en un departamento distinto, incluso aunque hayas podido percibirlo alguna vez como un adversario, es mucho más lo que os une que lo que os separa. Y, sobre todo, que compartís determinadas preocupaciones. La toma de conciencia de un reto colectivo es un momento de verdad mágico y un auténtico lujo ser sus espectadores en muchas de estas dinámicas. La innovación es extrañamiento primero – ser capaz de salir de uno mismo y su mundo –, y comprensión profunda después: ¿cómo podríamos…?
No hay comprensión sin compromiso – de hecho tienen la misma raíz -. Una vez que se asume el reto como un problema común es obligado entender cómo nos afecta y qué podemos hacer para resolverlo. La siguiente fase en el proceso de la innovación: la ideación. No hace falta decir que cuánto más heterogéneo sea el grupo mucho más rico es el abanico de posibles soluciones. En este punto, nos gusta poner a prueba a los participantes para que desplieguen su capacidad creativa. Por ejemplo, juntar a personas que nada tienen que ver con un determinado sector de actividad económica y ponerlas a buscar soluciones a algunos de sus retos. En una empresa, es muy divertido escuchar propuestas a problemas de operación formuladas por personas que nunca se han enfrentado a ellos: de marketing, de financiero, de ventas… Es necesario muchas veces un cierto distanciamiento crítico con el problema que se está intentando abordar, esto también es esencial en la innovación.
Volviendo al punto de partida, la experiencia nos demuestra cada día que innovar y compartir están tan unidos que es difícil que aparezcan uno sin el otro. Concebir la innovación como resultado de lo colectivo nos obliga a apreciar a los otros (vecinos, colegas de trabajo, colaboradores, conciudadanos…) y a sentirlos como imprescindibles para mejorar nuestra propia vida. Porque ¿qué es la innovación sino el afán por mejorar?
Nuestros servicios relacionados
![]() |
![]() |
![]() |
Agile HR | Procesos colaborativos | Diseño futuros |
También te puede interesar…
![]() |
![]() |
![]() |
Para qué sirve un procesos de cocreación | Cocreación ante la resolución de un reto complejo en entornos sistémicos | Agile HR, entre la optimización y la innovación |
Desde siempre aspiré a hacer de este un mundo mejor, más justo, más igualitario. Desde COCREANET, la empresa de la que soy socia y fundadora, aterrizo mi propósito en proyectos de innovación, empresarial, social y, ahora también, rural. Un compromiso con las personas y con la sociedad.
0 comentarios