El poder de cambiar las cosas que no te gustan. A las personas se nos olvida la capacidad para cambiar aquellas cosas que no nos terminan de gustar.
Para muchos, las vacaciones están a punto de terminar. La vuelta a la rutina y, sobre todo, al trabajo, genera ansiedad a una buena parte de esos veraneantes que hasta ayer se paseaban con chanclas por las calles de un lugar tan ajeno al habitual. En general, los cambios provocan un estado de inquietud y una cierta necesidad de “recolocar” un espacio seguro. Hasta aquí, nada raro que no se pase después de unos pocos días de incomodidad. Pero, ¿qué ocurre cuándo esa alteración provoca un malestar que te impide disfrutar de casi todo lo que te rodea?
Cabría preguntarse hasta qué punto la “morriña” del fin de las vacaciones es normal y cuándo empieza a convertirse en un problema. Como todo, no hay reglas que se puedan aplicar con carácter general, pero dentro de cada uno existen suficientes señales para comprender que ha saltado la alarma. En estos casos, merece la pena hacer un ejercicio de introspección y entender qué está pasando y por qué.
Vivimos un tiempo en que tener un puesto de trabajo se considera una lotería. En estas circunstancias, casi nadie se atreve a quejarse de su trabajo. Conviene recordar que el trabajo no es un fin en sí mismo sino un medio, un medio para muchas cosas: para pagar la hipoteca y los gastos de vivir, para costearse las vacaciones y los placeres mundanos, para desarrollar una actividad que nos gusta y con la que disfrutamos, para realizar una vocación…. ¿Está sirviendo tu trabajo a alguno o más de uno de estos fines?
Atenazados por el miedo, a las personas se nos olvida la capacidad que tenemos para cambiar aquellas cosas de nuestra vida que no nos terminan de gustar. He escuchado a gente lamentarse durante años de un jefe tirano, de una empresa desconsiderada, de un trabajo tedioso… pero a muy pocos les he visto una actitud de cambio, un movimiento real para intentar cambiar esa situación penosa. Podría decirse que tiran la toalla antes incluso de plantearse cuáles son esas opciones.
No está en tu mano la actitud tirana de tu jefe, ni tienes control alguno sobre la desconsideración de la empresa para la que trabajas, pero sí está entre tus posibilidades provocar un cambio en tu vida que te aleje de ese jefe o de esa empresa. Es probable que el cambio no se produzca el primer mes, incluso el primer año, pero sí tienes un objetivo y no le pierdes de vista, si cada paso que das lo haces pensando en qué medida contribuye a tu objetivo, lo acabarás por lograr. En estos momentos, no puedo evitar recordar una frase de un conocido entrenador: “partido a partido”.
Nadie mejor que uno mismo sabe si la que llaman “depresión post vacacional” es una auténtica enfermedad o un trastorno pasajero. Conozco a una persona que una semana antes de que terminaran sus vacaciones, se la pasó lamentándose de que le quedaban sólo 7 días, 6 días… ¿merece la pena esta agonía?
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Desde siempre aspiré a hacer de este un mundo mejor, más justo, más igualitario. Desde COCREANET, la empresa de la que soy socia y fundadora, aterrizo mi propósito en proyectos de innovación, empresarial, social y, ahora también, rural. Un compromiso con las personas y con la sociedad.
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