Blog de cocreanet

artículo propios de vivencias y conceptos sobre innovación de interés para empresas y emprendedores.

Emprender no es una actividad, es una actitud

Emprender es un concepto que tiene muchas dimensiones, sobre todo, emprender no es una actividad es una actitud con la que convivir.

emprender no es una actividad es una actitud

Banco de imágenes de Creative Commons, autor Lee Cannon

De un tiempo a esta parte me presento como “emprendedora”, descubrí que tenía mucho más glamour que seguir utilizando la fórmula original: “autónoma que acaba de constituir una empresa junto con otro socio y que está intentado abrirse camino en este negocio”. Fue cambiar nuestra puesta en escena y empezaron a llover los libros, blogs y consejos de todo tipo sobre cuáles debían ser nuestros hábitos, habilidades, características… para ser buenos emprendedores. Sin ánimo de ofender y sabiendo que es de bien nacidos ser agradecido, tengo que decir que, salvo la “auto denominación”, no he cambiado alguna otra cosa: lo que fui es lo que soy y, lo más importante, lo que creo que he sido toda mi vida. Y es que, como casi todo lo que se convierte en trending, termina manoseado de tal modo que pierde su sentido genuino.

Esto es más o menos lo que ha ocurrido con aquello de ser emprendedor: que ha evolucionado a una moda. Parece ahora como que acabáramos de inventar la rueda y nunca antes hubieran existido ese tipo de personas que sienten un gusto especial por empezar cosas nuevas, que lo que más les motiva en su día a día es el vértigo de lo que está por venir; insatisfechos incurables que encuentran más interesante lo que les queda por aprender que lo que ya saben.

Cuando era pequeña y me preguntaban qué quería ser de mayor tenía una respuesta diferente cada pocos meses. Ahora leía un libro de aventuras y quería ser corresponsal de un periódico, ahora veía una película policiaca y quería ser detective… recuerdo haber querido ser abogada, psicóloga, ingeniera, periodista, investigadora… y no sé cuántas profesiones más. Como era de esperar, al terminar la selectividad viví uno de los momentos más duros: elegir. Después de eso, evité durante mucho tiempo confesar que no sentía especial cariño por la carrera que había elegido, y mucho menos que a mis años no sabía todavía cuál era mi vocación.

He cambiado de profesión varias veces; por supuesto, cambiaba de trabajo y hasta de vida. En una de esas experiencias fue donde mi socio y yo nos conocimos. Él se define a sí mismo como “francotirador”: se entusiasmaba con cada nuevo proyecto, más cuánto más raro fuera. La compañía para la que trabajábamos aprovechaba esta cualidad para embarcarle en las empresas más innovadoras, allí donde pocos se atrevían a entrar; cuando surgía un problema de esos que no sabes por donde agarrar, le incluían en el grupo de trabajo que tenía que dar solución; si aparecía una nueva herramienta, una nueva tendencia tecnológica, una nueva arquitectura de sistemas, allí te le encontrabas.

Hace relativamente poco tiempo empezó a sonar con fuerza una palabra con la que rápidamente nos sentimos identificados: “intraemprendedores”. Fue todo un descubrimiento. Lo que siempre había considerado una “tara”, no saber qué quería ser “de mayor” (o más bien tener demasiadas vocaciones para tan poco tiempo), tomó un matiz no sólo glamuroso, sino también de reconocimiento y auto aceptación.

Emprender no es una actividad es una actitud. Y, como tal, no está asociada a un modelo de trabajo ni a una profesión. Hay emprendedores trabajando por cuenta propia, como autónomos, como freelance o en empresas fundadas por ellos mismos, y emprendedores trabajando por cuenta ajena, aunque puede que no lo sepan – como nos pasaba a nosotros -.

Hay personas que nunca tendrán la oportunidad, o el arrojo, de iniciar una actividad por cuenta propia, pero no por ello dejarán de ser emprendedores. Son esas personas que no se sienten nunca satisfechas del todo, que cuanto más aprenden más conscientes son de lo que les queda por aprender; inconformistas empedernidos que intentan cambiar lo que no les gusta en sus entornos, en sus trabajos, en las empresas; gente que da un paso al frente cuando alguien pide un voluntario para enfangarse en las cosas más complejas.

Por todas partes, leemos las características que debe tener un buen emprendedor, hay miles de artículos en Internet y fuera de ella. Pero mucho me temo que corremos el riesgo de quedarnos con una versión simplista, una especie de “postureo” – permítaseme la expresión – que tiene bastante de impostura y poco de autenticidad. ¡Cómo si fuera fácil!

No, no es fácil lidiar con esta sed insaciable. Y mucho más difícil cuando decides hacer de ello tu forma de vida. Por cada “éxito” logrado (sea lo que sea esto), hay un montón de cicatrices que atestiguan los tropezones del camino. Miles de veces te caes y otras tantas te levantas entre miradas condescendientes y juicios inquisidores: “te lo dije”, “ya lo sabía yo”, “es que eres un cabezota”, “es que nunca estás conforme con nada”….

Según lo vemos nosotros, es maravilloso tomar decisiones respecto de tu trabajo y sobre tu empresa; elegir cómo y cuándo invertir tus recursos, dónde poner el foco para atender mejor a tus clientes, qué filosofía y métodos aplicar a tu trabajo, etc. Pero  también hay que tener las espaldas anchas para asumir los riesgos que ello conlleva, y hacerte cargo de las consecuencias que nunca podrás reprochar a un tercero. Suena bien que puedas tomarte un día libre cuando quieras, pero lo más probable es que en tu agenda no haya horario ni días en el calendario.

Sin ánimo de caer en el tópico de “características de un buen emprendedor”, hay dos palabras que creo que definen cómo hemos vivido desde siempre nuestra vida profesional y laboral, por todos los sitios por los que pasamos y a todo a lo que nos dedicamos: compromiso y pasión. Compromiso para involucrarnos en las causas (los trabajos, las empresas, los proyectos), por difíciles y extrañas que parezcan; y pasión para salir cada día a devorar cuanto aprendizaje y experiencia podamos (y aún así, volver con hambre).

Me preguntaban hace poco si me gustaba ser una emprendedora. Sonreí: “claro, esto es genial” y pensé: “¿qué otra cosa podría ser si no?

También te puede interesar…

 reinvencion profesional camino del emprendimiento y si digo no al trabajo el poder de cambiar las cosas que no  te gustan
Reinvención profesional Y si te digo «no» al trabajo El poder de cambiar lo que no te gusta

Marina Fernandez Arroyo

Escrito por Marina Fernandez Arroyo

Desde siempre aspiré a hacer de este un mundo mejor, más justo, más igualitario. Desde COCREANET, la empresa de la que soy socia y fundadora, aterrizo mi propósito en proyectos de innovación, empresarial, social y, ahora también, rural. Un compromiso con las personas y con la sociedad.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro Blog

Si te interesan nuestras historias, suscríbete para recibirlas semanalmente en tu correo

categorias

¿Te hemos ayudado?

Si no te hemos ayudado lo suficiente o tienes un problema con esta temática, contactarnos sin compromiso.